¿Sandinismo y socialismo?

Se puede decir que, en lo que respecta al post-Sandinismo, refiriendo al período posterior a la revolución o al término que ha tomado fuerza en las últimas décadas: Orteguismo. Tiene poco o nada en común con el mismo Sandino, Carlos Fonseca, Onofre Guevara, Alejandro Dávila y otros personajes que contribuyeron a los procesos revolucionarios desde inicios del s. XX. Esta crítica no trata de descontextualizar las luchas dentro y fuera del movimiento, en lo que respecta a las etapas entre los años 30′ y mediados de los 70′, que contribuyó a encauzar la indignación popular, tampoco puede avanzar sin abandonar el economicismo y otras cuestiones morales.

(Revolución Obrera, 2015) afirma: «Al igual que en la mayoría de los partidos comunistas del continente, se impusieron las ideas reformistas y terminaron siendo apéndices de la burguesía liberal […][1].  Dentro de esos apéndices, en el contexto nacional no solo la burguesía liberal entraría al juego, sino también la oligarquía conservadora tradicional; el FSLN, luego de la revolución, trató de ofuscar la unión de su creciente revisionismo con el democratismo pequeñoburgués mediante un discurso cuasi-revolucionario y años de supuesta confrontación política con sectores terroristas de la contrarevolución (su primer lapso de Poder) y [neo]liberales, en su segundo período. Una vez que se vio abandonada la orientación y tesis planteadas previamente por movimientos revolucionarios, se cumplió lo dicho en El 19 de julio: libro de memorias sobre la Revolución Perdida: […]si la revolución no hubiera sido derrotada no por los gringos sino por sus propios líderes”[2]. Un error cometido fue la no-crítica al movimiento en los últimos años de insurrección y a posteriori, gobernando sobre la vieja máquina del Estado. Esto no dejó ver la reterritorizalicación del Capital al movimiento mismo, todo esto, mediante los sectores pequeño-burgueses y reaccionarios; ejemplos tan claros, como la creación de una [nueva] burguesía y su empeño en mantener la dominación recién conquistada por los proletarios haciendo creerles que es un período transitorio . Decir esto no es entrar en un negacionismo total de lo que fue la revolución pues, está más que claro que contó con gran despliegue de las fuerzas proletarias, sin embargo la identificación mística del desarrollo de la economía capitalista con la revolución social, la sobreestimación del viejo Estado como instrumento descisivo y ese gusto acrítico de la ambición consagrada no quitará los defectos no-naturales del movimiento por unos que sí. El reconocimiento honrado y la rectificación de errores eran para Lenin un signo de seriedad ya que si se sigue por el camino de la tergiversación el movimiento perecerá y es exactamente lo ocurrido con el movimiento sandinista. La crisis posterior a 1979 no solo se debe  a las fuerzas adversas, como tanto exclaman opinólogos como Orlando Núñez, sino al morbo participativo, bufonadas cristalizadas y la creencia del que todo siga así. Esta esencia se puede percibir claramente dentro de la militancia que predomina en las líneas del FSLN, donde el carácter crítico es sinónimo de renegar o contra-revolucionario y no como una base metodológica de revisión objetiva a la evolución histórica y material, de ahí su constante culto a la personalidad y reivindicación a medidas reformistas socioliberales, a tendencias reaccionarias y  enfrentamientos ficticios con otras facciones políticas, desnortando las potencias revolucionarias por un fiel y ciego acercamiento a un partido atrapalotodo, pero pintado de rojo y negro. En este punto se podría sintetizar que nuestras crisis nunca nos entregó la revolución social, ni el “Estado popular” ha emitido jamás la emancipación del trabajo según sus modalidades burocráticas.

Por lo tanto, exponer que tanto el Socialismo como el Sandinismo están fuera de la realidad nicaragüense y que malograron las esperanzas de liberación no es estar en contra de la revolución que viene, pero si es un hincapié primero que nada, a la sujeción de canticos demagogicos y al destacamento revisionista y –sus diversas organizaciones de resistencia (órganos de poder) unidos a la réplica de las dinámicas criptofascistas heredadas de la “vieja maquinaria”. Dejar esto en evidencia será para abandonar la cháchara académica o mediática del supuesto “socialismo nacional” que llegará mediante una confusa acumulación de fuerza por parte de social-patriotas y otros procesos como la tesis de la unidad de la patria y la unidad de clase, muy propio del fascismo u otras reproducciones sistemáticas, tanto cladística como históricamente específicas del modo de producción capitalista. Como ya se ha presentado, este producto de la época imperialista,  coaligó en ver el reformismo como revolución, ver el corporativismo y el Estado de bienestar (muy a lo Corradini[3] y cía) agrandado como éxito positivo del primero y lo máximo a aspirar, dejando que las siguientes insurrecciones sean tachadas de desestabilización al «poder para el pueblo» por parte de los escolásticos de la revolución rosadochicha, viendo esto recientemente en 2018 y claro, también en décadas pasadas, así que a como diría hegelianamente Twain: «la Historia no se repite, pero rima» dejando como producto la reterritorialización por parte del Capital y el criptofascismo, ya sea por absorción o marginación. Podemos puntualizar en que dado el cambio de paradigma que dejó la guerra fría, la Junta de gobierno de reconstrucción nacional optó por la mutación de la ontología del socialismo burgués a la práctica de un bonapartismo militarista, en cuestión de segundos figurativamente hablando. En esta nueva fase, definen a simple vista que su intención no es la revolución ni el socialismo, sino la síntesis inevitable producida en el viejo Estado somocista, que bien puede cuadrarse en el socialfascismo y las pugnas entre facciones burguesas que desnudan los límites de la democracia liberal. Esto, a su manera, el MAP-ML lo decía durante los primeros años de gobierno del FSLN:

No importa cuántas veces lo repitan Reagan y los medios lacayos, no hay nada de «marxista-leninista» o «comunista» en el gobierno sandinista. En cambio, es un gobierno de compromiso con los grandes explotadores. El FSLN ha hecho todo lo posible para cortejar a los capitalistas con concesiones económicas. No solo protege la propiedad de los grandes empresarios y ganaderos, sino que les ha otorgado préstamos baratos y garantizado sus ganancias con fondos estatales muy necesarios. […] Mientras tanto, para convencer a los capitalistas de sus buenas intenciones, el gobierno ha ido erosionando constantemente los logros de la revolución. Ha reemplazado constantemente las instituciones revolucionarias con métodos burocráticos ordinarios para tratar con los trabajadores. Esto ha perjudicado la movilización y organización de las masas, que es la clave de la defensa contra la contrarrevolución. Esta política contradictoria y vacilante muestra la naturaleza pequeñoburguesa de los sandinistas. Lejos de ser marxista-leninistas, están fuertemente influenciados por la socialdemocracia y otras tendencias reformistas, incluido el revisionismo cubano y soviético. Su programa para Nicaragua de «pluralismo político» y «economía mixta» está cerca de la configuración en México y algunos otros países capitalistas. Todos los amigos del FSLN, desde los socialdemócratas de Europa Occidental hasta los cubanos, les están aconsejando que se ciñan a este programa capitalista.

Ahora, esta supuesta nación popular-proletaria tomó un nuevo color, desde la apariencia estética (ocupando una principio escencial o característico) hasta las particularidades propias de su sistema, cambiaron el verde olivo y las armas por el rosado chicha y las consignas de amor y reconciliación. Todo este proceso de cambio pero aun utilizando el obrerismo y la dicotomía entre la Nicaragua burguesa y la proletaria, representándose a sí mismos como la segunda y a cualquier intento de oposición como producto contrarevolucionario de la burguesía que se supone iban a erradicar, pero que en cambio formaron parte. Este paroxismo lo han transmitido exitosamente, mediante apologías a la nostalgia ochentera o a sus diversos modos de proselitismo político; en síntesis, dentro de su esquema de “nación proletaria” se encuentra una neo-esclavitud, servidumbre y alienación dada en todos los sectores de la politiquería nicaragüense, o sea, al nivel de la potencia por sobre la diversidad y acción. Pero por cada intento de negación de la crisis universal de nuestra sociedad buro-autócrata, mas se denota el total deterioro de las alianzas entre los campos de apariencia irreconciliable, marcando el tiempo donde ya no pueden explicarse o justificar sus expresiones de fatiga ideológica, cuando todavía forma su única base propietaria. Tal fragmentación marcará otro capítulo fatal en la historia contrarrevolucionaria.

 

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[1] Cardenal, E. (2004). Revolución perdida.

[2] Revolución Obrera. (2015). Un Partido Revolucionario Proletario un Partido Burgués Reformista. Semanario Revolución Obrera(438), 4pp.

[3] Suscitan a la tesis de socialismo de derechas, fuente integral del fascismo original, que respaldaban Oswald Spengler, Enrico Corradini, Werner Sombart, et al.